viernes, 8 de octubre de 2010

LO MEJOR Y LO PEOR DE NOSOTROS

El olvido en la gran urbe

Autor: LEOPOLDO PULGAR IBARRA

Víctor González. Dramaturgo y Director de DIARIO DE NARANJAS
Con Diario de naranjas: prohibido decir adiós sin despedirse, Víctor González fue otro ganador, en el certamen que organiza el Magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile.

¿Agobia la gran urbe?
“La urbe no me agobia, me apasiona. En la ciudad vivimos a la velocidad del rayo. La ciudad concentra emociones, sucesos, hechos particulares, únicos, ocultos e impensados están ahí, esperando ser observados y rescatados. Eso es lo apasionante. La jungla de cemento, humana, competitiva, alterada, aquel laberinto que habitamos miles de miles, es jungla y ya. Nosotros somos sobrevivientes”. 

Música docta versus bailable…
“Con los músicos doctos en vivo, insertos en la estación de buses que propone la obra, evocamos a quienes dejan sus huellas, almas en pena que dejan su eco en el espacio. Lo interesante es constatar si el público se va tarareando la música bailable o se lleva la sonoridad de ‘Verano’
de Las estaciones, de Vivaldi. La fusión de lo pop y lo clásico (utilizamos violín y cello) es una mirada posible de la diversidad urbana”.
¿Duele, asusta, preocupa la posibilidad del olvido?
“Se me viene a la cabeza un texto de 
Diario de naranjas‘Quiero dormirme en medio de la nada y despertar sabiéndome libre de la parte oscura de mis recuerdos. Cambiar, pero ¿cambiar qué?’. El olvido me asusta, soy una persona que olvida. Antes de enfrentar prefiero olvidar. Eso duele pero, ¿a quién no le ha dolido alguna vez? 
¿El laberinto urbano tiene su correspondencia a nivel mental? 
“Sí, claro
. Diario de naranjas… exacerba el estado interior. Son situaciones límites a punto de explotar, o que explotaron en su interior y siguen disfrazadas y olvidadas. Pero están ahí, con su dolor y locura intactos. Son cuestiones propias del corazón”.
¿Cómo se inserta este punto de vista en la sociedad actual?
“Con obras como 
Diario de naranjas… Es innegable que la dramaturgia recorre los territorios del olvido, el despecho, la violencia soterrada y el abandono. Por eso nos resultó atractivo investigar en las posibilidades que distintos quiebres escénicos nos ofrecían al momento de instalar una suerte de disonancia con respecto del texto. Ese eje central nos llevó a explorar en una actuación distanciada de los lugares comunes. El quiebre de las imágenes mentales acentúa la incomunicación de la vida cotidiana.  La obra transporta un punto de vista joven sobre cómo abordar temáticas del corazón, ante la vorágine de la sociedad actual”.

(Publicado en Punto Final, año 45, edición Nº 718, 16 de septiembre, 2010)
http://www.puntofinal.cl 



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